La sucesión constante de “crisis” económicas que hemos padecido los últimos años, han llevado a evidenciar lo gastado de nuestro sistema productivo y a buscar nuevas formas de organización económicas y sociales. Es en este contexto donde empiezan a cobrar una cada vez mayor relevancia la empresas comprometidas con la sociedad que las alberga.
Lo que define a este nuevo tipo de empresa es que buscan ser económicamente sostenibles a través de los ingresos de su actividad empresarial, pero diferenciándose de las empresas tradicionales en su razón de ser, conseguir un objetivo social. Ahora, el foco de la competitividad se pone en distinguirse como empresa humana, responsable e implicada con su entorno.
Hay diversos fines de bien común en los objetivos de este nuevo empresariado, pero nos parece especialmente útil y de gran repercusión para la comunidad, aquellas que promueven actuaciones empresariales que contribuyen a la integración social de las personas desfavorecidas, incluyendo entre sus trabajadores a diversos colectivos en riesgo de exclusión. Es sólo un ejemplo, las posibilidades de colaboración social de las empresas son enormes y pueden adaptarse a cada actividad económica concreta, favoreciéndose y favoreciendo a todos. Convertir la filantropía en una estrategia de competitividad y que, a su vez, dotan a las empresas de un sello distintivo que las favorece: la empresa con alma, una empresa que ayuda.